martes, 13 de abril de 2010

Maternidades

04:45

Hoy he visto otro niño nacer. He visto a un ser salir desde las entrañas de otro, bañado en sangre y secreciones y gritos, y lo que sale es un niño que grita desconsolado por caer a este mundo donde su primer contacto es el látex de unos guantes que cubren a unas manos frías y bruscas que se mueven con destreza. Este humanoide de cuatro extremidades y una cabeza del tamaño de su tórax se estremece y grita con odio. Su llanto es lo más parecido a la definición de frustración máxima. Su llanto es ira, furia, rabia por tener que respirar, por haber salido aplastado y empujado hacia el frío desde un entorno tibio, protector y quizá eterno; o eso creía. Mientras más rabioso y enfurecido grite el niño, más contentos los médicos, “este bebe emputado con la vida está sano”. Que clase de vida podemos desear, si solo con ver un niño nacer es claro que no queremos nacer. Ningún niño nace feliz. Sufrir es la esencia de la vida. A fin de cuentas sufrir es lo primero que hacemos. Al morir, lo siguiente que debe hacer nuestro espíritu es por fin callar ese grito lastimero y cáustico que con el tiempo se logra domar, pero en realidad nunca se detienen los gritos de frustraciones.

04:58

JME

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