miércoles, 24 de junio de 2009

Encierro

2:48 AM


- Oye loco traeeme mi cartera – dijo ella riendo, pero con tono firme. Era una mujer ni tan joven ni tan vieja. Y ese lenguaje juvenil ya no le sentaba bien.
El se levanto con la misma expresión del que oculta una gran rabia adentro, pero no puede expresarla por miedo o por lo que sea. El era un tipo bastante grande. Un metro noventa centímetros y con sobrepeso evidente. Tenía un rostro que proyectaba tranquilidad pero se podía ver que si se enfurecía, asustaría hasta al más valiente. Eso hacia incluso más extraña la escena; en la que la pequeña mujer daba órdenes al gigante bonachón.
-claro mi amor respondió- y salió rápidamente hacia su auto.

Mientras caminaba hacia el auto pensaba: ¿Por qué no solo me subo y me largo? ¿Acaso tiene que ser así toda mi vida? ¿Puedo huir aun? ¿O no?...

Llevaban casados unos pocos meses. La relación, que en un principio había sido prácticamente perfecta, se volvió cada vez más y más turbulenta. Cada vez más, lo trataba como a un esclavo. Tráeme esto… baja…sube…cómprame esto…apúrate…espérame. Hace algún tiempo le gustaba pensar que trataba bien a su “princesa”, pero ahora solo se sentía como un empleado mal pagado y con muchas ganas de renunciar.

¿La amaba? ¡Claro que si!! Ella era la primera mujer que amaba. Estuvo con una o dos chicas antes pero nunca las amo. Luego vino ella. Una mujer pequeña, de pelo castaño. En su rostro resaltaba una nariz obviamente operada, que no concordaba con el resto de su cara. Le gustó desde que la conoció. A los pocos días le declaro su amor.

Ella también me ama, estoy seguro de ello. Pero, ¿por qué me trata así? ¿Será mi culpa? ¿Tengo que hablar con ella? Algunas veces le había hablado de su malestar. Que ella podría ser más amable con el, y compartir un poco las tareas de la casa. Ella siempre respondía que así era su forma de ser, que así le conoció y que así se casaron. Y él pensaba: -tiene razón.

Pero ahora las cosas eran distintas. – ya he hablado demasiado se dijo a si mismo con desesperación. Giró la esquina caminando lentamente y visualizó el automóvil. Y no vio un automóvil, vio su libertad.
-¡Puedo irme ahora mismo!- dijo en vos alta, y luego pensó – pasaría viendo algo de ropa por la casa y solo manejaría a donde sea. Tengo algo de dinero ahorrado. Además mejor ahora que no tenemos hijos.

Mientras se acercaba al auto, su corazón se aceleró. Cada vez le emocionaba más la idea. Podría por fin, después de tanto tiempo hacer lo que le de la gana. Oiría su música, iría donde quiera, comería lo que quiera.
- ¡Estoy harto de que me diga que puedo y que no puedo comer!! - dijo entre dientes –yo puedo decidir que puedo y que no puedo comer. Un puto pedazo más de carne no me va a volver obeso.

Mientras se seguía acercando se aflojó la corbata. – Estoy harto de esta estupidez también, ¿por qué debo ponerme este adorno estúpido? ¡Nunca más usaré una de estas!

Saco la llave de su bolsillo, era la llave a su futuro, la llave de la libertad tan ansiada.
Aplastó uno de los botones en la llave, los seguros de las puertas se alzaron. Rápidamente abrió la puerta del conductor y se subió decididamente. Cerró la puerta y puso la llave en la ranura para prender el auto.

-Voy a irme, en serio- se dijo a si mismo- ya no aguanto.

Prendió el auto, su corazón seguía acelerado, sudaba litros por todos los poros de su piel. Puso marcha y antes de arrancar ajusto el espejo retrovisor… y ahí estaba. En el espejo mal ubicado alcanzo a divisar la cartera de su mujer; y esta imagen desinfló al gigante. Cerró los ojos, apagó el auto. Agarró la cartera y salió rápidamente. Su fuga había sido frustrada por una miserable cartera.

Volvió caminando sin pensar, sin reprocharse.

Al llegar a la mesa estiró el brazo. Su esposa cogió la cartera.

-Gracias pequeño. ¿Qué te pasó? Solo vas un rato al auto y ya estas todo desarreglado. Déjame arreglarte la corbata- estiró sus brazos delgados hacia el hombre de gran tamaño, este tuvo que agacharse para que su corbata sea ajustada- ah, cierto, me pedí un postre para mí y un té de hierbas para ti; tómate antes de que se enfríe.

Y el gran hombre se sentó y en silencio se tomó en pequeños sorbos la taza de té.

Andrés P. 3:45 AM

jueves, 4 de junio de 2009

una propuesta indecente

UNA PROPUESTA INDECENTE



Desde la “sobriedad” más extraña hasta la “alteración de consciencia” rutinaria, pasando por la ingenuidad del que no ha topado el dinero y llegando a la absoluta negligencia por vanidades estéticas o sociales; señores, tenemos que admitir, porque así lo grita la razón, el espíritu, la lógica, la ciencia, y la moral más humana, (digo esto para hablar en sus términos) que es alguien como L. quien debe dirigir y liderar nuestra institución.

Yo he venido hasta aquí con la única intención de lograr que ustedes vean la realidad de este individuo, este a quien ustedes están acostumbrados a ver como la última lacra de la sociedad, como la agrupación de todo lo “negativo” de nuestra civilización, aquel anormal que ha optado el popular “camino fácil” de los vicios, y todo lo que sus costumbres saltan a resaltarles en su inconsciente apenas perciben su hedor. En fin, he venido a mostrarles que este inadaptado a nuestra sociedad, es en verdad nuestro maestro por ser precisamente eso, diferente.

Inadaptado dije, se me están contagiando sus términos psiquiátricos (políticos, sociológicos, o lo que sea, todos son lo mismo), que hace tiempo se volvieron ya términos comunes utilizados en toda nuestra sociedad. Lo llaman enfermo no porque su vida está comprometida, sino porque la suya propia está en riesgo con su existencia. No se adhiere a sus reglas, su contraste es amenazante y terrorífico para la ama de casa que no quiere verlo, para el ejecutivo encorbatado que cierra rápido la ventana de su carro al verlo, para ustedes médicos petrificados y hasta maravillados por su naturaleza. Pues ustedes amigos médicos, han ayudado a estas amas de casas, a los ejecutivos y a los gobernantes al decirles “en-fer-mos” porque ahora tienen una excusa. Ustedes son los soldados de la cordura, los guardianes voluntarios de un sistema cegador y punitivo. Pero es hora que se den cuenta que ese rol suyo debe transformarse si quieren ser verdaderamente útiles en lugar de nocivos para el futuro de la humanidad. Deben transformarse para que la historia los perdone.


¿Están realmente convencidos de que es tan necesario erradicar lo diferente? Tal vez es lo diferente lo que necesitamos, ¿acaso toda esta psicosis colectiva en la que vivimos está funcionando? Si los estados delirantes son tan peligrosos como para eliminarlos con pastillas tranquilizadoras, ¿no han considerado poner haloperidol en las ostias de la comunión?, ¿benzodiazepinas en los óleos de los pintores, en los vinos de los profetas y santos modernos, o en el agua pública de toda esta gente que cree que vive en una realidad impuesta? Y no me malinterpreten, las locuras pueden considerarse peligrosas, pero más daño a la humanidad han causado las mentes “cuerdas” de nuestros políticos y de nuestros banqueros que tan solo han tenido un inocente “delirio de grandeza”. Recuerden que no se puede dejar a nadie sin diagnóstico.

¿Por qué no dejamos que las psicosis minoritarias y creadoras sean las que dirijan nuestras naciones? Hemos visto que las mentes condicionadas a pensar como la mayoría se dejan guiar por esa peligrosa forma de usar el cerebro que es la razón, la razón es moldeable señores. La razón de hoy es diferente que la de hace 40 años y es absolutamente otra que hace 200 porque los intereses de los “razonables” y “cuerdos” eran diferentes. Pero las “locuras” son las mismas.

¿Es que acaso es tan difícil darse cuenta que hay algo más por aquí que lo que vemos? Cuando una locura se cultiva no tiene barreras, no tiene límites. Las locuras que clasifican como peligrosas no llevan a nada porque se les atiza con pastillas y se las aturde con diagnósticos. Imaginen una sociedad guiada por parámetros creadores, con mira hacia lo desconocido y llevado hacia sus objetivos con la pasión y la vehemencia de esos entusiasmados. Los límites y las barreras estarían hechos de ceniza, que con un simple susurro de imaginación y despejada la mirada hacia meta, lo ahora imposible estaría a la vista de todos.

Déjenme recordarles que todos ustedes han sido “locos” alguna vez, y les ha encantado, y han adolecido cuando les arrebataron esa locura. Hubo un tiempo en sus vidas que se asombraban con lo que les rodeaba y se dejaban llevar por sentimientos honestos e incorruptos. Hubo un tiempo donde pudieron ver el mundo con límites de ceniza, donde bastaban tu cuerpo y la energía para tener motivación e incentivo suficiente para lo que sea. Hasta que te dijeron “debes dejar de ser loco, debes olvidarte de la imaginación y de tus pasiones para ser como todos, para ceñirte a una forma de vida limitada y desviar tu mirada de tus alrededores eternos e infinitos hacia el suelo y el poder”. Entonces adoleciste, les dolió, a todos ustedes. Se sintieron incomprendidos, ignorados, olvidados, y sometidos hacia un lugar que realmente se sentía inferior que de donde venían. Les quitaron la verdadera lucidez para volverlos cuerdos, y las instituciones académicas de las que son parte les han eseñado como perpetuar esa forma de cultivar mentes. Todos ustedes fueron alguna vez niños.

¿Cómo podemos olvidarnos que la cordura refrena el desarrollo humano? La cordura y la razón, fieles como una computadora a sus órdenes y conceptos actuales (no por eso auténticos y verídicos), han negado y acallado los gritos de locura por salirse de esos parámetros. Pero los locos son perseverantes y eventualmente se han abierto camino y entonces se convierte ese grito de un “loco” de antaño en el grito del “cuerdo” moderno, en el nuevo concepto actual de las cosas. Y se arrepienten y se lamentan de no haber escuchado a ese demente antes, y ya no le llaman demente sino entusiasmado (que es un adjetivo más sutil y con un toque de veneración), y los nuevos dementes son aquellos que gritan nuevas locuras. El proceso se repite y se repite, pero nos seguimos negando a verlo.

Ahora ustedes grandes médicos que dirigen esta institución piensen lo siguiente, ¿y si escucháramos más seguido y con más atención esos gritos de locura?, ¿y si gritáramos extravagancias propias un poco más seguido?, ¿imaginen un mundo donde esos gritos vanguardistas no fueran acallados tan vehementemente por los cuerdos?, ¿imaginen un mundo donde se veneren y se aprecien las diferencias en lugar de encerrarlas?
Pues hay unos pocos, como este ser aquí a mi lado, que han escapado de ese cerrojo contra la naturaleza humana que es la cordura, pues esa naturaleza humana se resiste a desaparecer, y permanece latente (aunque lastimosamente oprimida) en nuestra colectividad.


JME 01:49 AM