lunes, 8 de marzo de 2010

PREGUNTAS

PREGUNTAS

por Andrés P....



- … ¿Y si al final del camino solo hay un gran precipicio????

¿Si ya dejé de creer cual es el punto de seguir??

¿Cómo y cuando perdí la ilusión?

…¿Hacia donde voy? ¿Qué me pasará después de la muerte?
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Hace mucho tiempo algún hombre se pregunto: ¿hacia donde vamos? Durante siglos muchos otros hombres (y uno que otro Dios) han intentado contestar la famosa pregunta. Pero algo está mal en la pregunta (tal vez por eso es tan difícil de contestar…). En la pregunta se entiende que si YO voy a algún sitio, otros de seguro vendrán. Pase lo que pase tendré compañía… El plural le da un sentido de seguridad a la pregunta ¡El hombre que planteo la pregunta estaba asustado, evadió la verdadera pregunta! (Y lo más probable es que yo la hubiera evadido también pues es realmente terrible).
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Un buen día Carlos (o José tal vez, la verdad no importa; ¿o si?) se sintió perdido, aturdido; se preguntó: ¿qué HAGO AQUÍ?

Salió a la calle, no encontraba su carro. Caminó por unos minutos sin rumbo. Su frecuencia respiratoria aumentaba a cada minuto; el corazón le latía fuerte. No podía decir con exactitud en que calle, en que barrio, en qué ciudad se encontraba. Se le olvidó donde trabajaba, donde vivía, ¡hasta su mismísimo nombre! Se le olvido su esposa, su pequeño hijo, su casa, su cocina, su cuarto, su gran televisión; su teléfono celular con cámara digital, grabadora de sonidos, polifónico, con acceso a la Internet y una definición de pantalla realmente impresionante.

-… ¿Hacia donde voy?...

Cayó en la mitad de la vereda, la gente pasaba a su lado sin verlo; a él que había ayudado a tanta gente; a él que daba limosna a los que le pedían unos centavos en la calle; a él que hacia obra social cada vez que podía; a él que aquella vez dio primeros auxilios a esa pareja que tuvo un accidente de tránsito una vez; a él…

Perdió el conocimiento, se le acercaron un trío de jóvenes que caminaban por la calle; chequearon si respiraba, llamaron al 911 y después de repartirse sus pertenencias siguieron caminado como si nada hubiera pasado. ¡Le robaron!… a él que trataba a la gente de la calle con amabilidad; a él que cuidó a sus hermanos pequeños; a él que le prestaba atención a su abuela y le visitaba y daba regalos cada vez que podía; a él…
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-… ¿Hacia donde voy?... ¿Donde estoy?...
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Llegó la ambulancia, los paramédicos le encontraron inconsciente en la vereda sin ninguna identificación, sin ninguna vestimenta. Respiraba, su corazón latía (aunque aceleradamente), no había evidencia alguna de trauma. Pero tampoco reaccionaba. La ambulancia le llevó al hospital más cercano. El médico tardo 15 minutos en llegar a atenderle, le clavaron algo en el brazo, le tocaron por todas partes, le metieron en una máquina que parecía ser su ataúd durante un tiempo que pareció ser una eternidad. Le hicieron todo eso a él que era un PHD en no se qué; a él que alguna vez estuvo en la universidad, que tuvo amigos, que alguna vez soñó con cambiar el mundo.
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-¿Cómo y cuando perdí la ilusión?
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Le sacaron de la máquina, estaba rodeado de gente que, poco a poco fue desapareciendo. Se quedó solo en una esquina de un gran cuarto, encerrado solamente por 2 paredes de cemento y 2 paredes de tela. Estuvo ahí, solo durante un largo tiempo. Luego llegaron unos hombres que le llevaron de nuevo a una ambulancia. Llegaron a otro hospital y todo (la demora de un doctor, el examen físico, la terrible máquina – ataúd, la inicial aglomeración de gente que eventualmente desapareció) se repitió. Quedo totalmente solo… él que alguna vez se enamoró de una chica, que alguna vez quiso salvar a las ballenas y osos polares, que alguna vez quiso ser astronauta…
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-¿Cuándo perdí la inocencia?
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Llegó su familia, su esposa lloraba sin parar, su padre intentaba conversar con él. Gente que en algún momento de su vida había conocido apareció. Al principio muchos entraban y salían. Con el tiempo se fueron haciendo menos y menos hasta que un día se quedó solo de nuevo. Le dejaron solo… a él que había sido un buen niño, que intentaba no hacer travesuras y se arrepentía cuando hacia algo que hacia inquietar a sus padres; a él que alguna vez vio en su padre a un gran héroe; a él, que alguna vez tuvo fe en el mundo, en su familia; que alguna vez creyó en un Dios…
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-¿Si ya dejé de creer cual es el punto de seguir??
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Quedó solo ahí en el hospital. Después de un tiempo vinieron otros hombres y lo llevaron (esta vez en un carro convencional) a un hospicio. Era una casa vieja, llena de ancianos y enfermos incurables. Enfermeras lo alimentaban, bañaban, recogían sus excrementos y su orina. A veces alguna le conversaba acerca de lo cara que estaba la vida, otras veces comentaban sobre lo triste de su historia.
Nunca despertó.
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- No es tan malo, lo único que no se es ¿por qué YO?


Algunas veces vienen a nuestras cabezas preguntas que nos asustan, preguntas que no tienen respuesta (nótese que yo también uso el plural, es más seguro). Cuando era más joven también venían, pero con la edad cada vez se hacen más hirientes. Trato de evadirlas la mayoría del tiempo pero hay veces que, por las noches o el la mañana cuando me estoy tomando un café, me asaltan. Me invaden y esos días no puedo trabajar bien, no puedo relacionarme con los demás, me vuelvo un loco (o un niño tal vez) irritable y mal genio. Me envuelven en estas madrugadas. En esos días siento a la muerte muy cercana, temo mucho morir en esos instantes. Pero la vida también esta muy cercana… no creo poder explicarles esto. Digamos que puedo crear en esos días, ser infinitesimalmente mínimo e infinitamente grande y poderoso.

Me refugio en lo filosófico, en los libros, la televisión; la radio algunas veces me refugia también. En unos días todo pasa; otro gran temor es que nunca pase y quede loco o muerto en algún lugar (probablemente una calle o vereda cualquiera).

En esos momentos es cuando me doy cuenta que estamos llenos de temor. ¡Huimos de lo que creemos por que nos asusta; huimos de nuestra niñez porque nos asusta; huimos de la muerte, de la vida, de nosotros mismos porque estamos muertos de miedo!
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-¿Qué me pasará después de la muerte?... ¿Qué pasó en mi vida?

La última vez que lo vi estaba ahí solo en el hospicio, igual que siempre. Parecía estar muerto pero respiraba, le latía el corazón y, según los médicos, su cerebro aun tenía actividad. Al verlo me dio una gran pena: “tan joven...” pensé. Su cara estaba muy pálida; sus brazos, ahora morados y delgados no se movían. Sus ojos cerrados se movían rápidamente, como si tuviera una pesadilla. Salí a la calle y vi tanta gente, muchos aparecieron ante mis ojos como él (yo también me vi tan parecido a él de muchas maneras). Me invadió una gran tristeza y solo pude repetir en mi cabeza una vez tras otra:

- “Hoy me gusta la vida mucho menos, pero siempre me gusta vivir…. “(Cesar Vallejo)

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